viernes, 5 de diciembre de 2008

Carta envíada por el Hermano Paolo Barolo Superior General



Roma, 4 de octubre de 2008
Fiesta de San Francisco de Asís

Estimados hermanos y laicos misericordistas de Argentina y Uruguay,
Después de permanecer todo un mes entre ustedes, les quiero hacer llegar mis impresiones y mis vivencias. El tiempo de mi estadía estuvo marcado por múltiples e importantes acontecimientos relacionados con ustedes y las obras misericordistas en general.
Ordenación diaconal del Hno. Cristian.
Encuentro deportivo – cultural de los jóvenes a Montevideo
Tres encuentros, uno en cada Obra, con los laicos de la Familia Misericordista
Inauguración del Jardín del Luján
Todos me han llenado de profunda alegría y han tenido una resonancia muy fuerte entre ustedes. Sin embargo, lo que me ha llenado de satisfacción es el haber tenido la oportunidad de hablar más o menos formalmente con cada hermano y con muchos laicos que trabajan en nuestras Instituciones, así como visitar las mismas en sus actividades diarias.
Por todo lo que he “visto y oído”, doy gracias al Señor:
Porque he podido ver a una Delegación pujante y que no se queda en las dificultades, aunque éstas sean muchas y pesadas, según me han manifestado ustedes.
Por el esfuerzo de colaboración que existe entre ustedes, hermanos y laicos, y que genera ese buen espíritu de familia que uno percibe en las charlas personales y de grupo.
Por el crecimiento espiritual y en el carisma que se ha dado en los laicos, así como por las ganas que me han manifestado en recorrer un camino vocacional hacia un laicado misericordista.
El 26 de setiembre, vigilia de San Vicente de Paúl, he tenido la alegría de celebrar, en el Dámaza, la Santa Eucaristía de apertura del mes de la Misericordia. No cabe duda de que éste es un período importante para renovar nuestro corazón y crecer espiritualmente como personas y como comunidad: seguramente a ello servirán las celebraciones y las actividades pastorales de todos estos días. Por mi parte, al mismo tiempo que les felicito por estas fiestas, pido a María, Madre de la Misericordia y nuestra especial Patrona, que renueve en todos ustedes un gran amor hacia el Señor y hacia los más pobres y necesitados en los que encontramos, al mismo tiempo, la presencia de Jesús entre nosotros. Al amar a ellos y al servirlos con generosidad y abnegación, estamos amando y sirviendo al mismo Señor que decía: “Cada vez que
hicieron esto a uno de mis humildes hermanos, a mí lo hicieron”.
En las reuniones que tuve la suerte de tener con los tres grupos de laicos misericordistas, fue una nota constante el sentimiento de búsqueda que experimenté en sus preguntas: ¿Cómo vamos adelante? ¿Cuál es el camino? ¿Hacia dónde nos encaminamos? ¿Cuáles van a ser las etapas? …. Todos interrogantes que volvían una y otra vez. Por ello les pediría que en sus reuniones se fijaran a ustedes mismos algunas “reglas de vida y de espiritualidad” para marcar, así, su pertenencia al grupo. Inclusive, pueden pensar en alguna fórmula de compromiso personal que se puede hacer en el ámbito del grupo mismo y que pueda abrir el camino hacia una promesa común para las tres comunidades laicales misericordistas de Buenos Aires, Montevideo y Santiago. Como les dije mientras estuve con ustedes, no hay la menor duda de que entre ustedes hay muchos que ya están preparados espiritualmente para dar un paso más firme hacia una Consagración como Laicos Misericordistas: sólo falta instrumentalizar y dar contenido a este buen deseo.
A los Hermanos les pediría tres cosas:
Dejando siempre más la enseñanza directa, centren su trabajo en la animación y formación del personal de nuestras Obras, de tal forma que el ideario misericordista tenga siempre más vigencia e incidencia en la formación humana y cristiana de nuestros alumnos. No duden del hecho que una institución educativa es una plataforma para la creación de “buenos cristianos y mejores ciudadanos”.
En su trabajo con los jóvenes, se centren en la animación pastoral y vocacional, preferentemente en el ámbito de nuestras Obras educativas y sociales y en su tarea con los grupos cristianos. Es fundamental que desde la misma pastoral se haga a los jóvenes una invitación explícita para un camino vocacional religioso y dediquemos el tiempo para acompañarlos.
Sean guías y formadores de los laicos comprometidos con el carisma misericordista: profesores, animadores de grupo, voluntarios, ….. En este momento el Señor nos llama a ser transmisores del Carisma con la palabra y con el ejemplo de vida.
Aunque veo muy necesaria la presencia de los Hermanos en cada una de la Obras, les pido que busquen de encontrar, a lo largo del año, múltiples momentos para estar todos juntos. No es necesario que se trate de retiros, asambleas o reuniones: el vivir juntos una semana para charlar y rezar juntos o, simplemente, para intercambiar ideas y proyectos, … es muy importante para sentirse unidos y más familia.
Con este espíritu de servicio y amor, les dejo a todos mi paternal bendición con la seguridad de que el Señor les llenará el corazón de alegría y de paz.
Saludos Fraternos en Cristo y María, Madre de la Misericordia.

Hno. Paolo Barolo, s.g

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